Nos acercamos al segundo cambio de hora del año, en la Unión Europea, el primero es el último fin de semana de marzo y ahora, el último fin de semana de octubre, concretamente la madrugada del 26 al 27 de octubre, a las tres en punto tendremos que retrasar nuestro reloj una hora, siendo entonces las dos de la madrugada. Hoy hablamos de los responsables de que actualmente cambiemos la hora.
Un cambio de hora que no es para nada trivial y que está «diseñado para aprovechar al máximo la luz natural y mejorar la eficiencia energética», explican desde la web de Meteored. Pero, ¿sabes quién es el responsable de el mismo, dónde está el origen del cambio de hora?. Su nombre es Benjamín Franklin y era un político, científico e inventor que fue el primero en proponer, en 1784, cuando era embajador de EE.UU en Francia, un cambio de hora como medida para el ahorro energético.
Y es que «Al levantarse a las seis de la mañana y ver el sol brillando tras la ventana pensó que se perdían muchas horas de luz, mientras que por las tardes la gente tenía que encender muchas velas para poder seguir trabajando en la oscuridad», explican desde nationalgeographic.es. Entonces, mandó una carta al diario The Journal de París, en la que proponía varias medidas para ahorrar energía, además escribió ‘Proyecto Económico para disminuir el costo de la luz’, un tratado que fue el origen del primer cambio oficial de hora en el mundo.
Sin embargo, tuvieron que pasar 200 años para que lo que Franklin propuso se tuviera en cuenta. Fue entonces cuando, en 1905, el constructor inglés William Willett publicó sus medidas de ahorro que incluían un cambio de hora en verano. Y es que cuándo daba su paseo matinal a caballo antes de desayunar, reparó en que los londinenses dormían varias horas mientras ya era de día. Para que el cambio no fuera muy brusco propuso transiciones de 20 minutos semanales. La propuesta, que sin embargo, no se tuvo en cuenta, pero como la de Franklin, fueron el germen para el primer cambio oficial de hora, que se realizó en EE.UU en 1916 con el fin de ahorrar combustible durante la Primera Guerra Mundial.
«Esta práctica fue reintroducida en muchos países europeos durante la crisis del petróleo en la década de 1970, y desde entonces se ha mantenido vigente con el propósito de optimizar el consumo de energía», explican desde Meteored y actualmente está regulada por la Directiva 2000/84/CE del Parlamento Europeo y el Consejo, que establece que todos los países de la Unión Europea deben ajustar sus relojes el último domingo de marzo para el horario de verano, y el último domingo de octubre para el horario de invierno, explican.
Sin embargo según algunos estudios médicos, el cambio de hora provoca desajustes en el organismo, principalmente una alteración de sueño, aunque estos no son duraderos, por lo que, pasados unos días tras el adelanto o retraso de la hora, el ritmo circadiano se termina ajustando a las nuevas condiciones de día-noche, explican desde la web de BBVA, dónde el meteorólogo de Meteored, consultor en España de la Organización Meteorológica Mundial y creador de Divulgameteo.es, José Miguel Viñas, explica que «nuestro cuerpo experimenta algo parecido al ‘jet lag’ después de un vuelo de larga distancia».
Viñas también se refiere a si la medida ahorra energía realmente, aludiendo a un estudio del IDAE (Instituto para la Diversificación de la Energía) que sí cuantifica este ahorro energético, gracias al mayor aprovechamiento de las horas de sol, aunque se trata de una cantidad muy pequeña: « tan solo 6 euros por persona y año«, explica y añade que depende del clima del lugar: «ese ahorro es mayor (zonas de clima cálido) o menor, incluso pudiendo llegar a encarecer la factura eléctrica y de gas (zona de clima frío donde no se puede aprovechar la luz para hacer vida al aire libre)».
Por eso en el caso de España, el meteorólogo eliminaría el cambio de hora y mantendría el horario de invierno durante todo el año, ya que tenemos suficientes horas de sol incluso en invierno, explica y añade que, aunque el alargamiento de los días en verano hace que aprovechemos más el día, también «dificulta conciliar el sueño los días que toca acostarse pronto porque hay que madrugar. Por mi experiencia, al final se sacrifican horas de sueño, lo que termina llevando a los desajustes poco deseados, propios del cambio de hora», matiza.
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