A veces no son los gritos lo que duelen, sino las pequeñas frases del día a día que le dice a un niño. Tres palabras dichas sin mala intención pueden marcar la diferencia entre sentirse comprendido o no. Y, según la crianza respetuosa, hay una en particular que conviene desterrar del vocabulario familiar.
Esa frase es… «Hay que compartir»
Según explican los expertos en Como ser madre día a día, esta fórmula fuerza al niño ceder algo suyo antes de que esté preparado para comprender el acto del compartir como un gesto voluntario.
Lo que para un adulto es una sencilla norma social, para un pequeño puede ser una contradicción con su sentimiento de posesión o pertenencia.

Pero no solo esa frase merece atención. En la crianza respetuosa se advierte contra otras expresiones comunes que, aunque no expresen intención negativa, pueden tener efectos no deseados:
Porque el lenguaje no es neutro. Modela la percepción de uno mismo, las relaciones y el mundo. En la primera infancia, cuando el apego y la confianza se están cimentando, cada frase que escuchan los niños deja huella.
Las expresiones que mandan callar sus emociones o que imponen un ritmo ajeno al que llevan pueden reforzar inseguridades, comparar su valor con la obediencia, o fomentar que oculten sus sentimientos.
El enfoque de la crianza con apego nos recuerda que los niños merecen legitimar lo que sienten, que su palabra cuenta, que sus tiempos deben ser respetados.

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