Llegan las vacaciones de verano y muchos padres buscan apuntar a sus hijos en actividades. La natación es una de las más populares. Este deporte tiene múltiples beneficios físicos, mentales y emocionales. Sin embargo, antes de inscribir a los más pequeños en un cursillo, es importante tener en cuenta algunos aspectos clave para garantizar una experiencia segura.
Según el estudio ‘Natación en niños: Beneficios científicos para un desarrollo acuático temprano (2024)’, las actividades acuáticas promueven el desarrollo psicomotor, fortalecen la salud mental y mejoran la condición física general. La adaptación al medio acuático puede comenzar desde los primeros meses de vida, siempre que se haga de forma progresiva y con el acompañamiento adecuado.
Rafa Soriano, experto en técnica de natación y biomecánica y fundador de Natación Eficiente, señaló en El País que entre los tres y seis meses de edad puede iniciarse una adaptación al agua en piscinas adecuadas, con temperaturas superiores a los 32 °C y bajo la supervisión de profesionales cualificados. Soriano recalca que, a partir de los tres o cuatro años es buen momento para comenzar una enseñanza estructurada: “Se trata de respetar su ritmo y, sobre todo, enseñar desde la calma, evitando el miedo y el esfuerzo innecesario”.
Una opción recomendable en verano son los cursillos intensivos de natación. Ya que al realizarse varios días consecutivos, permiten consolidar los aprendizajes sin interrupciones largas entre sesiones. Además, cuando hay juego, risas y momentos positivos compartidos, se aprende mejor. “Que disfruten”, recuerda Soriano, destacando que la natación debe vivirse como una experiencia placentera, no como una obligación.
La fisioterapeuta María Silvana Olivares dijo en el medio mencionado que la práctica temprana de actividad física es una herramienta esencial para el desarrollo integral del niño. Subraya que mejora el sistema musculoesquelético, la salud cardiovascular, el sistema inmunológico y previene problemas como la obesidad infantil y la diabetes tipo 2.
También recuerda que los niños deben moverse durante todo el día, no solo durante sesiones puntuales, e incluir actividades variadas que trabajen fuerza, agilidad, coordinación y resistencia, reduciendo el sedentarismo y el uso excesivo de pantallas.
La pediatra Laura Álvarez, directora médica de Clínica La Pediatra en Vila-real, añade que los niños que practican natación desde pequeños pueden desarrollar ventajas cognitivas, motoras y sociales. Aunque algunos estudios han observado mejoras en síntomas de TDAH y coeficiente intelectual tras intervenciones acuáticas, la experta pide cautela: “Hace falta más investigación para confirmarlo”. Lo que sí está claro, según Álvarez, es que “nadar ayuda a desarrollar habilidades sociales como la cooperación y la empatía, y mejora la autoestima gracias a los logros progresivos que generan confianza”.
Eso sí, nunca hay que olvidar lo más importante: la seguridad. Soriano insiste en que no se debe dejar nunca a un niño sin supervisión, aunque ya sepa nadar, y que es mejor evitar flotadores como los manguitos, que alteran la postura corporal y generan una falsa sensación de seguridad. Practicar en entornos seguros y adaptados, con acompañamiento adulto constante, es la mejor garantía para un verano feliz y sin riesgos.
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