Llantos descontrolados, rabietas sin sentido, comportamiento más agresivo…Si tu hijo reacciona últimamente siguiendo este patrón puede deberse a un motivo: el estrés infantil. Se trata de un problema real que sí, también afecta a los niños. Si a nosotros, como adultos, nos afectan los cambios o dificultades que se nos presentan, ¿por qué no a ellos?
Según un estudio realizado por el proyecto internacional ‘Children’s World’, el estrés es el cuarto sentimiento que más han sufrido los menores españoles de edades comprendidas entre los ocho y los 12 años durante el mismo año de la pandemia. Unos datos que coinciden con el último informe de ‘La situación de la Infancia en España 2022’ (de Plataforma de la Infancia) los trastornos de salud mental en niños y adolescentes han amentado hasta el 47% después del confinamiento.
Eso sí, como bien destacan desde Unicef, los síntomas del estrés infantil no siempre se expresan o se vuelven evidentes, por lo que hay que estar atentos a las posibles señales de alerta. «En momentos de estrés y crisis, los niños observan los comportamientos y reacciones de los adultos para aprender a gestionar sus propias emociones», añaden.
Señales del estrés infantil
También es imprescindible tener claro que los síntomas dependen de cada menor y, sobre todo, de su edad. Por ello, desde Unicef aportan una serie de pistas sobre cómo reflejan los hijos su estrés. ¿Reconoces alguno?:
Entre 1 y 3 años: más dependencia de los padres, aumento de la irritabilidad, de rabietas, llantos, hiperactividad o cambios en la alimentación.
Entre 4 y 6 años: más dependencia de los padres, regresión del comportamiento, cambios en la alimentación, aumento de la irritabilidad, ansiedad, menos concentración, no le interesa tanto el juego.
Entre 7 y 12 años: agitación, menos concentración, actitud retraída, cambios en la alimentación o el sueño, más irritabilidad, síntomas físicos/psicosomáticos
Entre 13 y 17 años: tristeza, agresividad, desesperanza, cuestiona a la autoridad, preocupación excesiva por los demás, sentimiento de vergüenza y culpa
Al margen de los síntomas mencionados, existen otras señales que denotan este estado de estrés infantil y que se padecen de una forma física: fatiga, opresión en el pecho, temblor, dolor de cabeza, mareo, debilidad muscular, dificultades para respirar. Pero las más preocupantes son el mutismo, la confusión, ganas de hacer daño a otros.
¿Qué significa este estrés?
«Los niños y adolescentes sienten estrés cuando hay algo que requiere que se preparen, adapten o protejan. Sienten estrés cuando algo que les importa está en riesgo. Con frecuencia, los cambios causan estrés; aun cuando el cambio sea para mejor», explican desde Kids Health.
Los niños también sufren estrés (Getty)
Lo que significa que la reacción con este trastorno puede traducirse como una señal para prepararse a ese cambio, adversidad o desafío. Ahora bien, ¿es algo negativo o el estrés también puede llegar a ser beneficioso? A esto responden los expertos, que lo reconocen como un «impulso positivo»: «Puede ayudar a los niños a estar a la altura de un desafío […] Permite que los niños desarrollen habilidades y fortalezas que reciben el nombre de ‘resiliencia'».
Estos son los tipos de estrés en los más pequeños, no todos son nocivos:
Estrés positivo: aparece cuando los niños o adolescentes se enfrentan a un desafío y es el empujón que les da la posibilidad de crecer y aprender, Por ejemplo: antes de un partido, un examen, una presentación… Otra de las formas de sufrir estrés es el que se inicia a raíz de un acontecimiento vital (divorcio de los padres, enfermedad, muerte de un ser querido…)
Estrés crónico: es aquel que dura unas cuantas semanas y cuyo riesgo crece a medida que afecta también a la salud física y mental (muerte de un ser querido o de algún progenitor)
Estrés traumático: puede ser repentino y, en este caso, no siempre se puede proteger a los hijos, solo asegurarse de que recibe la atención que necesita (lesiones graves, violencia, abusos…)
¿Cómo pueden ayudar los padres y madres a sus hijos?
Como bien destacan los expertos, no todas las tensiones de los menores son negativas, sino que a veces también puede servir de motivación. «Los niños son futuros adultos y, a través de estas experiencias, desarrollan su resiliencia y aprenden a enfrentarse a los inevitables golpes y obstáculos de la vida», puntualizan desde Healthy Children.
Ante las situaciones de estrés del menor, uno de los mejores remedios es preguntarle sobre sus emociones y, si no es capaz de hablar, pedirle que lo exprese con un dibujo. También es beneficioso realizar algún tipo de actividad que reduzca sus niveles de tensión, como la respiración abdominal o tomarse unos minutos para sentarse o tumbarse junto a él o ella.
