Amar y sentirse correspondido no es solo un sentimiento, también es un proceso cerebral que genera pequeñas transformaciones muy concretas en nuestro cuerpo. Según el artículo Seis tipos de amores reclutan de forma diferencial áreas cerebrales de recompensa y cognición social, el amor activa zonas asociadas al placer, la recompensa y la motivación.
También se apunta que el amor dispara neurotransmisores como la dopamina o la oxitocina, conectando rápidamente los circuitos del placer y la adicción afectiva. Estos cambios nos explican por qué esta emoción nos hace sentir energía, felicidad y concentración en la persona amada.
Además, reduce la percepción del dolor y la ansiedad, genera mayor atención y hace que nuestra mente se enfoque en las experiencias compartidas, reforzando la conexión emocional. Sin embargo, estos efectos pueden convertirse en fuente de estrés si no se manejan de manera consciente.

El amor puede ser un motor de bienestar si lo entendemos y lo acompañamos a conciencia. Conocer cómo funciona tu cerebro permite disfrutar de la intensidad del sentimiento sin perder el control. Amar bien es también cuidarte.
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